11/8/08

• Annapurna Trek: Recarga de baterías



Niño nepalí en la escuela de Dharapani, Nepal, 2008
Canon EOS-1 Ds Mark II a 1600 ISO, 17-40mm f/4L
 © Oriol Alamany


Mostrando los retratos recién hechos a unos niños en el monitor LCD de mi cámara, Nepal
© Eulàlia Vicens

Dos de mis máximas preocupaciones antes de emprender el viaje a la Annapurna Conservation Area eran cómo preservaría las imágenes acumuladas en las tarjetas de memoria, y donde y cuando podría recargar los diversos artilugios electrónicos que hoy en día usamos los fotógrafos digitales. La tentación de regresar temporalmente al uso de película, rescatando del olvido mi fiable Canon EOS-3 para solventar en parte estos dos problemas, no me duró más que un instante: desde que en 2004 hice "el gran cambio" no he vuelto a usar película y no me apetecía en absoluto renunciar a la alta calidad que aporta a mis trabajos la Canon EOS-1Ds Mark II digital. 

Una vez tomada esta decisión debía encontrar la manera de solucionar los problemas que el uso de la tecnología digital presenta en esta zona remota del planeta, lejos de carreteras y el progreso. Durante 25 días no me sería posible utilizar mi Apple PowerBook de 12" ni sus discos duros de copias de seguridad para almacenar mi trabajo, y el suministro eléctrico se suponía escaso y poco fiable.

CAPÍTULO 1: LA ELECTRICIDAD DURANTE UN TREKKING

Las baterías de prácticamente cualquier cámara digital actual pueden recargarse mediante una placa solar, usando para ello los cargadores a 12 voltios que existen para mechero de automóvil. Sin embargo, no existe cargador a 12 voltios para las pesadas y voluminosas baterías NP-E3 que usan los distintos modelos de EOS-1 de las series Mark I y II. Por fortuna, este grave problema para el fotógrafo de viajes y naturaleza ha sido finalmente solventado con la actual serie Mark III.

De todos modos, debido a los espesos nubarrones que durante los monzones cubren el cielo en esta zona del Himalaya, lo cierto es que dudo que las placas solares hubieran sido una alternativa viable en esta época del año, incluso en el caso de haber usado una cámara con baterías compatibles con cargadores solares.

Durante los meses previos al viaje busqué información sobre la disponibilidad de electricidad en las casas de té (teahouses, guesthouses, o lodges) donde nos alojaríamos a lo largo de los 25 días de la travesía. Lo máximo que llegué a averiguar es que quizás dispondría de electricidad una vez cada dos o tres días de recorrido. La dilatada experiencia en trekkings en el Himalaya de mi compañero de viaje Christopher Witty no me era de ayuda en este caso, ya que en su último viaje a la zona diez años atrás tod el mundo aún utilizaba película y él había debido recurrir con frecuencia a velas, dada la ausencia de corriente eléctrica en la mayoría de alojamientos.

La primera medida que tomé fue comprar una tercera batería para la cámara. Las dos de que ya disponía tenían algunos años de uso y su inicialmente gran capacidad de carga había disminuido a poco más de dos o tres días de uso. Una batería nueva debía permitirme varios días de trabajo sin problemas, incluso a pesar de las bajas temperaturas que reinan por encima de los 4000 metros de altitud. También substituí mis habituales baterías NiMH recargables del flash por pilas Energizer Lithium que, aunque costosas, son tremendamente ligeras y su duración es extraordinaria.

La principal medida de ahorro energético fue desconectar el monitor LCD de la cámara. He trabajado con película de diapositiva durante suficientes años como para que no me importe demasiado sacrificar el hecho de poder visionar en el acto mis fotografías. La diapositiva requiere una exposición perfecta, mientras que la fotografía digital en formato Raw permite algunos pequeños errores. El ahorro de batería en cualquier cámara digital con la pantalla LCD apagada es notable. Tan sólo en casos concretos de luces complejas visionaría la imagen justo después del disparo. De todos modos, para los casos en que me conviniera revisar alguna imagen, antes de partir bajé la luminosidad del LCD al mínimo.

Carta de servicios de un hostal que incluye la carga de baterías, Nepal
© Oriol Alamany

A la hora de la verdad, sin embargo, la electricidad no representó un problema. Durante las dos semanas que remontamos el valle del río Marsyandi, casi todas las habitaciones de las guesthouses en las que nos hospedamos (¡que no eran precisamente las mejores!) disponían al menos de una bombilla en el techo. Y durante los diez días de descenso por el valle de Kali Gandaki y la zona final del trek casi siempre disponíamos además de algún enchufe de 110 voltios con un tipo de toma múltiple universal que incluía el estándar europeo. En el Marsyandi la luz solía estar disponible tan sólo unas horas al día (normalmente a partir de media tarde hasta medianoche); en Kali Gandaki solía estar disponible casi todo el día. Sin embargo, los cortes de luz eran frecuentes. Donde no había enchufes, algunos hospedajes ofrecían la posibilidad de recargar baterías mediante el pago de una cuota. Habitualmente eran 50 rupias por una hora (unos 0,45 euros/hora). Lo cierto es que la única vez que utilicé este servicio tan sólo me cobraron 50 rupias por varias horas de recarga (baterías de la Eos-1 Ds Mark II y disco duro autónomo FlashTrax XT).

Devanándome los sesos sobre el tema antes de marchar, me imaginé (y con razón), que aunque en las espartanas habitaciones de las casas de té hubiera una bombilla, era bastante más improbable que hubiera enchufes. Por ello me las ingenié para poder recargar mis baterías a partir de los portalámparas. Para ello busqué un portalámparas-ladrón que convierte la rosca de un portalámparas normal en una toma eléctrica. Le añadí un cable eléctrico que llegara hasta el suelo de la habitación, un pequeño protector contra sobretensiones APC P1-SP para proteger los aparatos electrónicos y un doble enchufe para poder utilizar dos cargadores a la vez. 


Mi sistema recargando las baterías de la EOS-1 Ds Mark II y EOS 400D conectado en un lavabo en el pueblo de Manang, Nepal
© Oriol Alamany


Detalle del ladrón adaptador para enchufar los cargadores a un portalámparas de bayoneta (Leer texto), Nepal
© Oriol Alamany

Sin embargo mi flamante invento tan sólo funcionó en el primer hospedaje. Ya en el segundo y durante el resto del trek todas las bombillas ¡eran de bayoneta! Por fortuna, en un comercio de Manang encontré un sencillo portalámparas-ladrón de bayoneta que, aunque de construcción terriblemente endeble, me permitió recargar baterías durante el resto del trayecto siempre que tuve la necesidad. 

A partir del momento en que comprobé que la electricidad ya no sería uno de mis problemas, volví a conectar el monitor LCD en mi cámara e incluso me permití visionar de vez en cuando las fotografías ya descargadas en el FlashTrax XT.

En mi próximo post (¡El capítulo 2!) trataré del tema del almacenaje de imágenes.

1 comentario:

  1. Un article molt informatiu sobre els problemes que us podeu trobat en segons quins recóndits indrets del món. Però ara sembla que la "civilització" està a punt de conquerir qualsevol racó, oi?
    Adéu
    Sergi
    PD vaig a llegir el segon capítol.

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