16/3/20

YO ME QUEDO EN CASA #3 - EMPIEZA EL CONFINAMIENTO




Supermercados vacíos, consecuencia del pánico de la población.
Huawei P10
© Oriol Alamany



El sábado 14, antes de la publicación del Estado de Alarma por la pandemia del Coronavirus, fue un día muy extraño. 

En primer lugar intentando reclamar o recuperar todo lo pagado para el cancelado viaje a la Ántártida: vuelos, hoteles, alquiler de automóvil, parking, alojamientos, barco... Por fortuna, ante la magnitud de la situación algunos de los servicios nos ofrecieron cambiar la fecha, o bien recuperar todo o parte de lo pagado. Las pérdidas económicas de este viaje en concreto tampoco van a ser tan catastróficas como esperábamos. De todos modos, nuestros próximos viajes fotográficos con clientes sí que empiezan a peligrar.

Cómo debíamos haber marchado varias semanas, nuestra nevera estaba vacía y las reservas alimenticias bajo mínimos, así que debimos salir a abastecernos. Y lo que nos encontramos nos dejó alucinados: los supermercados llenos de gente, las estanterías vacías y la ya tan comentada e incomprensible paranoia con el papel higiénico. Y eso sí, todo el mundo agolpado sin respetar la distancia de seguridad que por las televisiones estaban repitiendo machaconamente una y otra vez.

Mientras tanto, las maletas del viaje seguían en el comedor, repletas de ropa de abrigo. No nos veíamos con ganas de deshacerlas. A modo de consuelo Eulàlia y yo estrenamos los calcetines de pingüinos que nos habíamos comprado para la ocasión.


Con pingüinos, pero muy lejos de la Antártida.
Huawei P10
© Oriol Alamany


Si el sábado 14 fue raro, el domingo 15 fue surrealista. Tras la declaración de confinamiento obligatorio para intentar frenar la expansión de la Covid-19, por la mañana bajé un instante a tirar la basura al contenedor y lo que vi me sorprendió: la calle llena de gente. A media mañana me asomé de nuevo al balcón de nuestra casa en Barcelona y allí estaban: centenares de personas rondando por la calle. Pero no haciendo cosas urgentes o imprescindibles, si no paseando, con los niños, haciendo deporte,  un grupo de ancianos charlando sentados en un banco, otro grupo de jóvenes sentados juntos tomando cervezas... Seguro que mucha de esa gente había arrasado ayer con el papel de water en el supermercado o aplaudido por la noche desde sus ventanas en el homenaje al personal sanitario, y ahora ahí estaban, paseando tranquilamente la mañana del domingo incumpliendo la petición de reclusión, soltando virus por todas partes. Ni asomo de la Guardia Urbana, los Mossos d'Esquadra o la Policía para mandar la gente a casa.

Y las noticias nos contaban la multitud de personas de las comunidades de Madrid, Catalunya o Euskadi (y me imagino que de otros sitios) que habían aprovechado el fin de semana para irse de fin de semana o vacaciones a contaminar las zonas rurales aún no infectadas.


Primera mañana de confinamiento obligatorio, las calles llenas de gente.
Panasonic Lumix TZ200
© Oriol Alamany


A veces se dice que vivimos en un país de pandereta y no hay duda de que es cierto. La estupidez no tiene fronteras. En este blog no quiero meterme en política, pero ni las medidas tomadas por los distintos gobiernos, ni el comportamiento de los ciudadanos y empresarios parece que vayan a lograr parar esta enfermedad con rapidez. Esperemos que sea la misma naturaleza la que decida reducir la presencia o contagio del virus, porque si tenemos que confiar en nosotros mismos vamos apañados.





3 comentarios:

  1. Totalment d'acord. Jo només surto per acompanyar a la meva parella a la feina, el porto en cotxe, per no haver d'anar en transport públic, no tinc contacte amb ningú, vaig al pàrquing, i torno al pàrquing, sense ni sortir al carrer, la resta del temps? a casa. he revifat el meu blog i em passejo pels altres blogs

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  2. Totalmente de acuerdo, aquí en las rias baixas al dia siguiente de que el gobierno pidiera a la gente que se quedara en casa estaban ya los madrileños rondando las zonas de playa...
    @paumnogueira

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  3. Gavri
    Desde el covid, nuestra salud y la de nuestros familiares ha cobrado un sentido mucho mayor, subiendo escalones en nuestra escalera de prioridades. Muchas familias siguen practicando buenas costumbres de desinfección y purificación del aire, resultando en un mejor bienestar.

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