27/9/11

• Aventuras Down Under



Ualabies ágiles recolectando algas a la marea baja, Queensland, 1992
Canon T90, FD 300 mm f:2.8L, Fujichrome 100D
© Oriol Alamany
 
   Arco iris sobre la roca de Uluru, el paisaje más emblemático de Australia, después  de una inusual lluvia sobre el desierto rojo, Red Center, 1999
Bronica ETR-Si, PE 100mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

Australia es un lugar que ocupa un lugar muy especial en mi trayectoria como fotógrafo y viajero. Es —dejando aparte España— el país del mundo donde más tiempo he pasado fotografiando.

Primero fue en 1992. Por motivos económicos, hasta aquel año Eulàlia y yo tan sólo habíamos viajado a países hasta donde pudiéramos llegar en nuestro automóvil, que llevábamos bien cargado de comida y también utilizábamos para dormir. De ese modo habíamos alcanzado con poco dinero lugares tan distantes de Barcelona como el norte de Noruega, la frontera turco-iraní o Abu Simbel en Egipto.


— 1992 —

Australia en el 92 fue nuestro primer gran viaje en avión. Fueron más de dos meses fuera de casa, realizando un extenso periplo por su mitad oriental, visitando los estados de New South Wales, Victoria, South Australia, Northern Territory y Queensland. Para ello alquilamos una pequeña autocaravana en la que dormíamos, comíamos y con la que recorrimos más de quince mil kilómetros. 

Para un proyecto fotográfico de ese calibre, en aquella época iba equipado con una recién comprada Bronica ETR-Si de formato 4,5x6 con un 40, un 75 y un 250 mm. Para la fotografía de fauna y reportaje llevaba la Canon T-90 y una AE-1 Program. Nada de autofocus ni sellado contra el polvo o la humedad en aquellos tiempos, pero todas las cámaras aguantaron el duro trote a que las sometimos. Como ópticas usaba los Canon FD 17 mm f:4, 28 mm f:2.8, 100 mm f:4 Macro, 80-200 mm f:4L, 300 mm f:2.8L y 400 mm f:4.5,  con teleconvertidores 1,4X y 2X. Eulàlia llevaba una Canon EOS 100 con un EF 28-80 mm f:3.5-5.6.  

Aquel viaje significó para mí el final de quince años de uso la película Kodachrome y el principio de doce años con la Fujichome Velvia 50. En mi libreta de campo leo ahora que disparé 120 carretes de formato 24x36 (Fuji Velvia 50, Fuji 100D, Kodachrome 64 y 200 y Ektachrome 400x), así como 100 de formato 120 (Fuji Velvia 50, Fuji 100D y Kodachrome 64 Pro). 

Gestionar todos estos carretes de película a lo largo de un viaje de varios meses requería de una cierta minuciosidad, Los llevaba protegidos en una pequeña nevera y cada noche, antes de ir a dormir, numeraba correlativamente los rollos expuestos y apuntaba en una libreta la cámara con la que estaban hechos, así como los sujetos y lugares que contenían para su posterior identificación. Cada tres o cuatro semanas mandábamos las películas expuestas hacia España por servicios de mensajería para que fueran reveladas. La película ya impresionada se deteriora rápidamente con el calor y la humedad, y no queríamos que eso nos sucediera en un país de clima tan extremo.

Australia marcó un antes y un después en nuestros viajes. La experiencia nos dejó fascinados y fue el acicate para explorar más y más países del mundo.

 Recorriendo la Oodnadatta Track, casi 700 kilómetros de pista a través del desierto, South Australia, 1992
Canon T90, 28mm f:2.8, Fujichrome
© Oriol Alamany

Eulàlia acosada por un Canguro gris en Kangaroo Island, 1992
Canon T90, FD 300 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany
 Acampados en el Northern Territory, 1992
Canon AE-1 Program, 28mm f:2.8, Fujichrome 100D
© Oriol Alamany



— 1999-2000 —

Pero tan sólo habíamos visto la mitad del país, por lo que regresamos allí en 1999-2000. En ese caso fueron tres meses y una semana, hasta el momento nuestro récord personal de viaje por el extranjero. Durante el primer mes recorrimos su mitad occidental (Western Australia), el siguiente repetimos algunos de sus lugares más emblemáticos como Kakadu, los MacDonnell Ranges, Uluru, la Great Ocean Road, Melbourne o Sidney. Y como colofón pasamos el tercer mes recorriendo la isla de Tasmania. 

A pesar de los siete años que habían transcurrido, el equipo fotográfico de formato medio seguía siendo el mismo (en aquella época hacíamos durar las cámaras mucho más que ahora). Pero el enfoque automático ya se había impuesto, por lo que mi equipo de paso universal sí que había cambiado por completo: ahora usaba unas Canon EOS-1n HS y EOS-3, con los EF 17-35 mm f/2.8L, 28-105 mm F:3.5-4.5, 70-200 mm f:2.8L y 500 mm f:4.5L. También llevaba una compacta Yashica T5. Las películas ya eran todas Fujichrome: montañas de rollos de Velvia 50, Sensia 100 y MS 100-1000, que habitualmente forzaba a 200 ISO. 

Debido a las zonas de difícil acceso que habíamos planificado visitar en esta ocasión alquilamos primero un 4x4 que, a partir de medio viaje (una vez ya pasados los lugares más remotos) cambiamos por una más práctica autocaravana Toyota  idéntica a la del 92. 

 Fotografiando pinturas rupestres aborígenes empapado en sudor en el tropical Parque Nacional de Kakadu, octubre 1999 
Canon EOS 100, 28-105 mm f:3.5-4.5, Fujichrome Sensia 100
© Eulàlia Vicens

 Eulàlia junto a un Dragón barbudo en el lago Eyre, noviembre 1992
Canon EOS 100, 28-105 mm f:3.5-4.5, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

Rutas de los dos viajes a Australia en 1992 y en 1999-2000

Para el fotógrafo de naturaleza, el llamado Continente rojo es un sueño: dejando aparte el costoso billete de avión, una vez allí la vida no es más cara que en España  y la gente es muy agradable. El paisaje suele ser monótono durante horas y horas de viaje hasta que, de repente, te encuentras en un lugar inusitado y maravilloso, para luego continuar monótono unas horas (o días) más. 

El país es enorme y, tal y como decimos siempre Eulàlia y yo: “Australia hay que conducirla”. Uno no puede hacerse una idea de su magnitud en un viaje de un par de semanas y saltando en avión de una localidad a otra. Tan sólo las interminables horas de automóvil a través del desolado Outback te dan la proporción de lo que estas realmente visitando. 

La sensación de vacío un tanto inquietante que transmite el paisaje australiano queda bien plasmada en los cuatro minutos iniciales de la película "Japanese Story" (2003), donde un ejecutivo japonés queda atónito ante el enorme vacío y silencio del paisaje del interior de Australia. Por cierto, siendo japonés lo fotografía con una Leica M.

  En Australia ustedes tienen mucho espacio y poca gente. En Japón tenemos mucha gente y poco espacio.– le dice más avanzada la película a la geóloga australiana interpretada por la actriz Toni Collette.

 

PAÍS DE EXTREMOS

En Australia hemos vivido algunas de las experiencias más extremas: agobiantes calores e inundaciones en el trópico, carreteras y pistas interminables por el desierto, diluvios sin fin en Tasmania, nevadas en las montañas del sudeste, incluso una verdadera plaga de la langosta de proporciones bíblicas.

Una de estas experiencias la tuvimos en la segunda estancia en el Parque Nacional de Kakadu. Acabábamos de escapar unos días antes de unas repentinas inundaciones en las Bungle Bungles y entramos en el parque por una pista forestal que lleva hasta la cascada de Gunlom. Es una zona poco visitada de Kakadu y cuando llegamos allí nos recibió la insólita imagen de un hombre totalmente desnudo que nos saludaba con alegría desde lo alto del salto de agua. Resultó ser un austríaco que había llegado aquí tras tres años cruzando Asia con su furgoneta Volkswagen  y que afirmaba que aquello era el paraíso.

 La cascada de Gunlom el día antes de las inundaciones, Kakadu
Bronica ETR-Si, PE 40mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

 Ganso Urraca llegando a su dormidero al anochecer, Kakadu
Canon EOS-1n, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome MS 100-1000 Pro y flash
© Oriol Alamany

El bochorno era terrible y sudábamos copiosamente incluso permaneciendo inmóviles. Además las moscas no nos dejaban vivir, metiéndosenos por los ojos, las orejas y la boca. Pero la belleza de la cascada de Gunlom cayendo por los acantilados rojizos en medio del bosque tropical y la poza de agua que se extiende a sus pies, acompañado por el sonido de las cotorras bien valía el sufrimiento. Nos acercamos por un sendero hasta la orilla para tomar algunas fotografías con la cámara de formato medio. Luego se nubló, empezó a soplar el viento y a caer rayos y agua a cántaros. Desde la zona de acampada donde estábamos instalados, durmiendo en el interior del Toyota Landcruiser, el sonido de la cascada parecía que aumentaba más y más.

Por la mañana había parado de llover, pero el salto de Gunlom había acrecentado su volumen una enormidad. Intentamos acercarnos a la orilla donde habíamos estado fotografiando la tarde anterior, pero tuvimos que sumergirnos en el agua que desbordaba de la poza y ahora inundaba la selva circundante, aumentando de nivel con rapidez.

 La poza de Gunlom, desbordada por las lluvias, inunda la selva tropical circundante, Kakadu
Bronica ETR-Si, PE 40mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

  Eulàlia en la cascada de Gunlom con la selva inundada, Kakadu
Bronica ERT-Si, 40 mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

Recordando que habíamos cruzado un par de ríos para llegar hasta Gunlom, recogimos todos nuestros enseres y emprendimos la pista de regreso. Pero tras varios kilómetros de sortear charcas y torrentes desbordados, llegamos a un sitio donde la pista desaparecía por completo dentro del agua. Respiré hondo, puse la tracción a las cuatro ruedas y avancé lentamente. Pero cuando no habíamos llegado tan siquiera a la mitad el agua ya saltaba sobre el capó y retrocedí. No había manera de saber qué profundidad tenía aquel paso y, en un paraje donde los enormes cocodrilos se comen a varios turistas cada año, no teníamos ganas de salir de ahí nadando, abandonando automóvil y cámaras fotográficas en el río.

 ¿Por donde continua la pista?, Kakadu
Canon EOS 3, 17-35 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany

Hacha en alto para defenderse de los cocodrilos, un viajero comprueba la profundidad de la inundación, Kakadu
  Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany

Mientras estábamos sentados en la orilla meditando sobre qué hacer, llegaron otros automóviles que, como nosotros, ahora estaban atrapados por las inundaciones. Para comprobar la profundidad del desbordamiento, un viajero más temerario que nosotros se metió en el agua, con un hacha en las manos por si los cocodrilos. Pero cuando el agua ya le llegaba hasta el pecho aquel emulador de Cocodrilo Dundee también se volvió atrás. El paso era demasiado profundo.

¿Qué hacer? Unas piedras que había puesto en el límite del agua nos indicaron que, en lugar de bajar, el nivel  estaba aumentando.

En aquel momento apareció la caballería: un helicóptero del parque nacional aterrizó junto a nuestros vehículos y los guardas nos dijeron que ni se nos ocurriera cruzar: que el río South Alligator se había desbordado y corría con fuerza un metro por encima del puente que lo cruzaba y que arrastraría cualquier coche que intentara pasar. Había que regresar a la zona de acampada y esperar allí hasta que las aguas descendieran de nivel, lo que podía tardar unas horas o unos días.

  Helicoptero de los guardas bajando a ayudarnos, Kakadu
Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

  Vehículos regresando con dificultades a la zona de acampada de Gunlom, Kakadu
Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

Regresar a Gunlom no fue tan fácil, ya que a cada hora que pasaba la pista quedaba más y más anegada por las aguas. Pero logramos llegar y nos instalamos dispuestos a pasar el día. Por suerte llevábamos suficientes provisiones en el automóvil. El temor era que volviera a llover y la situación se alargara.

Pasamos la tarde leyendo, espantando moscas y echándonos agua encima con una ducha solar para refrescarnos. Esa noche nos fuimos a dormir con la mirada puesta en las nubes que cubrían el cielo. Unas gotas resonaron en el techo del automóvil. ¡Que no llueva más, por favor!

 . . . . .


Un sonido en la oscuridad de la noche. ¿Un motor? ¡Alguien venía por la pista!

Hey guys, let's go!— (Hola chicos, nos vamos!).

Eran los guardas: el río había bajado lo suficiente y había que evacuar de inmediato, ya que había amenaza de más lluvias y entonces era seguro que quedaríamos aislados durante días. Saltamos a los asientos de nuestro Toyota dispuestos a seguir a los guardas, pero el resto de viajeros acampados aún tenían que recoger todo su material.

—Id pasando vosotros que ya estáis listos— nos dijo el guarda. —Nosotros venimos luego con el resto de personas—.

¿Nosotros solos? ¿De noche cerrada, en la selva tropical y cruzando ríos desbordados llenos de cocodrilos?

En la pista íbamos con el corazón en un puño, ya que sólo veíamos los escasos metros que iluminaban los faros del coche. El resto era la negra oscuridad de la selva tropical. Llegamos al primer torrente y nos sorprendimos al ver que realmente su caudal había bajado muchísimo. Lo cruzamos con alivio. El problema era el río South Alligator. El agua había descendido justo al nivel de la pista y chocaba con fuerza contra el puente que parecía que soportaba su embestida. Lo cruzamos y seguimos adelante. Treinta kilómetros conduciendo de noche por la pista embarrada hasta llegar a lugar seguro, en la carretera asfaltada. Proseguimos un poco más hasta que caímos rendidos. Aparcamos y nos echamos a dormir.

Una pareja observa a su 4x4 arrastrado por el río East Alligator cuando intentaban cruzarlo por el puente donde ahora están sentados, Kakadu
Canon EOS 3, 17-35 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

 Cocodrilo de estuario, Kakadu
  Canon EOS-1n, 500 mm f:4.5L, Fujichrome Velvia 5, trípode
© Oriol Alamany

Los rayos del Sol nos despertaron a primera hora de la mañana. La huida nocturna no parecía más que un sueño, desvanecido por la luminosidad del día. Luego nos enteraríamos que la inundación había matado a dos viajeros que el agua había arrastrado. Por segunda vez en ese viaje acabábamos de escapar de las temibles inundaciones tropicales del Outback.

Tras este segundo viaje, y habiendo sumado seis meses de exhaustivo trabajo en Australia, Eulàlia y yo dimos el tema por cerrado. Luego estuvimos meses ordenando las diapositivas obtenidas, clasificándolas y etiquetándolas. Después se sucedieron los reportajes en revistas, conferencias, exposiciones, etc. Australia se había convertido en una parte de nuestras vidas.

 . . . . .

El próximo año van a cumplirse veinte del primero de aquellos viajes y el gusanillo por volver a conducir miles de kilómetros a través del desolado Outback hace tiempo que nos carcome. Habrá que ver si los Dioses son propicios y algún día podemos completar una trilogía australiana.

12 comentarios:

  1. Hola Oriol,

    Me gustan enormemente tus fotos pero aún más la pasión con la que nos relata la aventura.
    Especialmente didáctico me ha parecido el inicio del relato donde no tienes ningún problema en decir que los principios (y no tan principios) fueron duros económicamente y no todo es tan romántico como se pinta (o lo pintan los fotógrafos, sobretodo, americanos).

    Especialmente divertida es la primera imagen de los dos canguros que imagino que habrás puesto pos su postura que sin ser lo que parece es inicialmente provocadora ;)

    Se nota en tu relato esa añoranza del que recuerda cuando fue a Australia, lo vivió, lo saboreó a la vuelta y años de profesión después sigue en la ola de la fotografía para contarlo. Creo que sin duda Eulàlia y tu volveréis a Australia.

    Qué más quisiera yo que poder ir también y dedicar esos 2 o 3 meses a recorrerla sin prisas y disfrutando pero me temo que si tengo que pensar en hacerlo cuando me jubile... Hay tantos sitios del planeta donde me gustaría ir y fotografiar y dimplemente disfrutar...

    Una abrazo,

    Dani y Gemma

    ResponderEliminar
  2. Hola Oriol, muy interesante el relato y la aventura. También me ha impresionado la foto de la cascada de la Poza de Gunlom con tanta agua.

    Es curioso, nunca me he sentido atraído por Australia comparado con otros lugares del mundo, pero después de lo que cuentas tal vez debería darle una oportunidad.

    ResponderEliminar
  3. Hola Jordi,

    te diré que la decisión de ir a Australia en 1992 fue totalmente de Eulàlia. Hace un tiempo decidíamos un destino ella y luego un destino yo. Viajar a un país donde los bosques son de Eucaliptos (árbol odiado por mi en España) y la fauna dominante son cotorras y periquitos no me parecía de lo más excitante.

    Pero un vez allí el país te envuelve en su peculiar ambiente y ver un bando de cotorras (o incluso periquitos) volando sobre el desierto con sus llamadas tan sonoras es maravilloso. Y tienes desde pinguinos y ballenas y bosques húmedos hasta barreras de coral, desiertos, marismas tropicales... Es que es tan grande como toda Europa.

    En fin, que en 1999 ya fuímos ambos los que decidímos regresar al unísono. El único problema es que es muy grande y está muy lejos, pero plenamente recomendable.

    ResponderEliminar
  4. Excelente relato y fotografías! Que por 20 años más de aventuras y buenas imágenes ;)

    ResponderEliminar
  5. Me ha encantado el artículo y me han entrado unas ganas enormes de viajar a ese país.

    ResponderEliminar
  6. Magnífico Oriol,

    Ayer en la reunión del Grup Fotogràfic Manlleu comentamos tu entrada, y recordamos la proyección sobre Australia que diste en el taller que organizamos.

    Encuentro sensacional que después de 19 años puedas dar tantos datos del viaje. ¿Podremos leer un “Cosas de mi equipo” sobre los diarios de viajero/fotógrafo?

    Records del GFM

    ResponderEliminar
  7. Daniel: lo de viajar dos o tres meses hace ya unos años que no podemos hacerlo,, pero no es por falta de ganas. Es una experiencia que nada tiene que ver con un rápido viaje de quince días.

    Adriano: ¡a mí también me han dado ganas escribiéndolo! Me ha dado morriña australiana.

    Jep: gràcies!

    David: pues no es mala idea. Mis libretitas rellenas de datos en letra diminuta fueron famosas entre mis amigos. Me lo apunto.

    ResponderEliminar
  8. Es realmente un placer poder leer estas lineas y experimentar aquello que compartimos los que amamos viajar: transportarnos a ese lugar y sentir, en cierto modo, todas las emociones vividas por quien ha estado ahí.

    La rubrica: las fotografías captadas que nos ayudan a crear esa imagen perfecta en nuestro cerebro y que, mas tarde, alimentará el impulso de vivir ese mismo destino en primera persona...

    Felicidades Oriol por las experiencias vividas y gracias por compartirlas y alimentar asi la semilla del viajero insaciable....

    Frederic

    ResponderEliminar
  9. Muchas gracias por el relato Oriol. Durante unos instantes he sentido que era yo el que estaba en Australia.
    Quizá algún día!!!
    Saludos

    ResponderEliminar
  10. Fantàstica entrada i fantàstic viatge.
    Molts bons records m'han vingut, ja que al any 2000 amb un bell LandCruiser del 73. vaig fer un itinerari molt semblant al vostre del 1992.
    Ufff les mosques al Oddnadatta Track set menjaben realment.

    Felicitats i espero que pongueu fer la trilogia

    Salut.

    Oriol

    ResponderEliminar
  11. Me apunto Australia, que aunque ya lo tenía apuntado, lo subrayo mas si cabe. Las fotos, espectaculares, impresionantes, me han encantado.
    Muy buen trabajo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  12. Qué serían los viajes sin el atractivo de la aventura! Es la sal de la vida.

    ResponderEliminar