27/9/11

• Aventuras Down Under



Ualabies ágiles recolectando algas a la marea baja, Queensland, 1992
Canon T90, FD 300 mm f:2.8L, Fujichrome 100D
© Oriol Alamany
 
   Arco iris sobre la roca de Uluru, el paisaje más emblemático de Australia, después  de una inusual lluvia sobre el desierto rojo, Red Center, 1999
Bronica ETR-Si, PE 100mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

Australia es un lugar que ocupa un lugar muy especial en mi trayectoria como fotógrafo y viajero. Es —dejando aparte España— el país del mundo donde más tiempo he pasado fotografiando.

Primero fue en 1992. Por motivos económicos, hasta aquel año Eulàlia y yo tan sólo habíamos viajado a países hasta donde pudiéramos llegar en nuestro automóvil, que llevábamos bien cargado de comida y también utilizábamos para dormir. De ese modo habíamos alcanzado con poco dinero lugares tan distantes de Barcelona como el norte de Noruega, la frontera turco-iraní o Abu Simbel en Egipto.


— 1992 —

Australia en el 92 fue nuestro primer gran viaje en avión. Fueron más de dos meses fuera de casa, realizando un extenso periplo por su mitad oriental, visitando los estados de New South Wales, Victoria, South Australia, Northern Territory y Queensland. Para ello alquilamos una pequeña autocaravana en la que dormíamos, comíamos y con la que recorrimos más de quince mil kilómetros. 

Para un proyecto fotográfico de ese calibre, en aquella época iba equipado con una recién comprada Bronica ETR-Si de formato 4,5x6 con un 40, un 75 y un 250 mm. Para la fotografía de fauna y reportaje llevaba la Canon T-90 y una AE-1 Program. Nada de autofocus ni sellado contra el polvo o la humedad en aquellos tiempos, pero todas las cámaras aguantaron el duro trote a que las sometimos. Como ópticas usaba los Canon FD 17 mm f:4, 28 mm f:2.8, 100 mm f:4 Macro, 80-200 mm f:4L, 300 mm f:2.8L y 400 mm f:4.5,  con teleconvertidores 1,4X y 2X. Eulàlia llevaba una Canon EOS 100 con un EF 28-80 mm f:3.5-5.6.  

Aquel viaje significó para mí el final de quince años de uso la película Kodachrome y el principio de doce años con la Fujichome Velvia 50. En mi libreta de campo leo ahora que disparé 120 carretes de formato 24x36 (Fuji Velvia 50, Fuji 100D, Kodachrome 64 y 200 y Ektachrome 400x), así como 100 de formato 120 (Fuji Velvia 50, Fuji 100D y Kodachrome 64 Pro). 

Gestionar todos estos carretes de película a lo largo de un viaje de varios meses requería de una cierta minuciosidad, Los llevaba protegidos en una pequeña nevera y cada noche, antes de ir a dormir, numeraba correlativamente los rollos expuestos y apuntaba en una libreta la cámara con la que estaban hechos, así como los sujetos y lugares que contenían para su posterior identificación. Cada tres o cuatro semanas mandábamos las películas expuestas hacia España por servicios de mensajería para que fueran reveladas. La película ya impresionada se deteriora rápidamente con el calor y la humedad, y no queríamos que eso nos sucediera en un país de clima tan extremo.

Australia marcó un antes y un después en nuestros viajes. La experiencia nos dejó fascinados y fue el acicate para explorar más y más países del mundo.

 Recorriendo la Oodnadatta Track, casi 700 kilómetros de pista a través del desierto, South Australia, 1992
Canon T90, 28mm f:2.8, Fujichrome
© Oriol Alamany

Eulàlia acosada por un Canguro gris en Kangaroo Island, 1992
Canon T90, FD 300 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany
 Acampados en el Northern Territory, 1992
Canon AE-1 Program, 28mm f:2.8, Fujichrome 100D
© Oriol Alamany



— 1999-2000 —

Pero tan sólo habíamos visto la mitad del país, por lo que regresamos allí en 1999-2000. En ese caso fueron tres meses y una semana, hasta el momento nuestro récord personal de viaje por el extranjero. Durante el primer mes recorrimos su mitad occidental (Western Australia), el siguiente repetimos algunos de sus lugares más emblemáticos como Kakadu, los MacDonnell Ranges, Uluru, la Great Ocean Road, Melbourne o Sidney. Y como colofón pasamos el tercer mes recorriendo la isla de Tasmania. 

A pesar de los siete años que habían transcurrido, el equipo fotográfico de formato medio seguía siendo el mismo (en aquella época hacíamos durar las cámaras mucho más que ahora). Pero el enfoque automático ya se había impuesto, por lo que mi equipo de paso universal sí que había cambiado por completo: ahora usaba unas Canon EOS-1n HS y EOS-3, con los EF 17-35 mm f/2.8L, 28-105 mm F:3.5-4.5, 70-200 mm f:2.8L y 500 mm f:4.5L. También llevaba una compacta Yashica T5. Las películas ya eran todas Fujichrome: montañas de rollos de Velvia 50, Sensia 100 y MS 100-1000, que habitualmente forzaba a 200 ISO. 

Debido a las zonas de difícil acceso que habíamos planificado visitar en esta ocasión alquilamos primero un 4x4 que, a partir de medio viaje (una vez ya pasados los lugares más remotos) cambiamos por una más práctica autocaravana Toyota  idéntica a la del 92. 

 Fotografiando pinturas rupestres aborígenes empapado en sudor en el tropical Parque Nacional de Kakadu, octubre 1999 
Canon EOS 100, 28-105 mm f:3.5-4.5, Fujichrome Sensia 100
© Eulàlia Vicens

 Eulàlia junto a un Dragón barbudo en el lago Eyre, noviembre 1992
Canon EOS 100, 28-105 mm f:3.5-4.5, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

Rutas de los dos viajes a Australia en 1992 y en 1999-2000

Para el fotógrafo de naturaleza, el llamado Continente rojo es un sueño: dejando aparte el costoso billete de avión, una vez allí la vida no es más cara que en España  y la gente es muy agradable. El paisaje suele ser monótono durante horas y horas de viaje hasta que, de repente, te encuentras en un lugar inusitado y maravilloso, para luego continuar monótono unas horas (o días) más. 

El país es enorme y, tal y como decimos siempre Eulàlia y yo: “Australia hay que conducirla”. Uno no puede hacerse una idea de su magnitud en un viaje de un par de semanas y saltando en avión de una localidad a otra. Tan sólo las interminables horas de automóvil a través del desolado Outback te dan la proporción de lo que estas realmente visitando. 

La sensación de vacío un tanto inquietante que transmite el paisaje australiano queda bien plasmada en los cuatro minutos iniciales de la película "Japanese Story" (2003), donde un ejecutivo japonés queda atónito ante el enorme vacío y silencio del paisaje del interior de Australia. Por cierto, siendo japonés lo fotografía con una Leica M.

  En Australia ustedes tienen mucho espacio y poca gente. En Japón tenemos mucha gente y poco espacio.– le dice más avanzada la película a la geóloga australiana interpretada por la actriz Toni Collette.

 

PAÍS DE EXTREMOS

En Australia hemos vivido algunas de las experiencias más extremas: agobiantes calores e inundaciones en el trópico, carreteras y pistas interminables por el desierto, diluvios sin fin en Tasmania, nevadas en las montañas del sudeste, incluso una verdadera plaga de la langosta de proporciones bíblicas.

Una de estas experiencias la tuvimos en la segunda estancia en el Parque Nacional de Kakadu. Acabábamos de escapar unos días antes de unas repentinas inundaciones en las Bungle Bungles y entramos en el parque por una pista forestal que lleva hasta la cascada de Gunlom. Es una zona poco visitada de Kakadu y cuando llegamos allí nos recibió la insólita imagen de un hombre totalmente desnudo que nos saludaba con alegría desde lo alto del salto de agua. Resultó ser un austríaco que había llegado aquí tras tres años cruzando Asia con su furgoneta Volkswagen  y que afirmaba que aquello era el paraíso.

 La cascada de Gunlom el día antes de las inundaciones, Kakadu
Bronica ETR-Si, PE 40mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

 Ganso Urraca llegando a su dormidero al anochecer, Kakadu
Canon EOS-1n, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome MS 100-1000 Pro y flash
© Oriol Alamany

El bochorno era terrible y sudábamos copiosamente incluso permaneciendo inmóviles. Además las moscas no nos dejaban vivir, metiéndosenos por los ojos, las orejas y la boca. Pero la belleza de la cascada de Gunlom cayendo por los acantilados rojizos en medio del bosque tropical y la poza de agua que se extiende a sus pies, acompañado por el sonido de las cotorras bien valía el sufrimiento. Nos acercamos por un sendero hasta la orilla para tomar algunas fotografías con la cámara de formato medio. Luego se nubló, empezó a soplar el viento y a caer rayos y agua a cántaros. Desde la zona de acampada donde estábamos instalados, durmiendo en el interior del Toyota Landcruiser, el sonido de la cascada parecía que aumentaba más y más.

Por la mañana había parado de llover, pero el salto de Gunlom había acrecentado su volumen una enormidad. Intentamos acercarnos a la orilla donde habíamos estado fotografiando la tarde anterior, pero tuvimos que sumergirnos en el agua que desbordaba de la poza y ahora inundaba la selva circundante, aumentando de nivel con rapidez.

 La poza de Gunlom, desbordada por las lluvias, inunda la selva tropical circundante, Kakadu
Bronica ETR-Si, PE 40mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

  Eulàlia en la cascada de Gunlom con la selva inundada, Kakadu
Bronica ERT-Si, 40 mm f:4, Fujichrome Velvia 50, trípode
© Oriol Alamany

Recordando que habíamos cruzado un par de ríos para llegar hasta Gunlom, recogimos todos nuestros enseres y emprendimos la pista de regreso. Pero tras varios kilómetros de sortear charcas y torrentes desbordados, llegamos a un sitio donde la pista desaparecía por completo dentro del agua. Respiré hondo, puse la tracción a las cuatro ruedas y avancé lentamente. Pero cuando no habíamos llegado tan siquiera a la mitad el agua ya saltaba sobre el capó y retrocedí. No había manera de saber qué profundidad tenía aquel paso y, en un paraje donde los enormes cocodrilos se comen a varios turistas cada año, no teníamos ganas de salir de ahí nadando, abandonando automóvil y cámaras fotográficas en el río.

 ¿Por donde continua la pista?, Kakadu
Canon EOS 3, 17-35 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany

Hacha en alto para defenderse de los cocodrilos, un viajero comprueba la profundidad de la inundación, Kakadu
  Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Velvia 50
© Oriol Alamany

Mientras estábamos sentados en la orilla meditando sobre qué hacer, llegaron otros automóviles que, como nosotros, ahora estaban atrapados por las inundaciones. Para comprobar la profundidad del desbordamiento, un viajero más temerario que nosotros se metió en el agua, con un hacha en las manos por si los cocodrilos. Pero cuando el agua ya le llegaba hasta el pecho aquel emulador de Cocodrilo Dundee también se volvió atrás. El paso era demasiado profundo.

¿Qué hacer? Unas piedras que había puesto en el límite del agua nos indicaron que, en lugar de bajar, el nivel  estaba aumentando.

En aquel momento apareció la caballería: un helicóptero del parque nacional aterrizó junto a nuestros vehículos y los guardas nos dijeron que ni se nos ocurriera cruzar: que el río South Alligator se había desbordado y corría con fuerza un metro por encima del puente que lo cruzaba y que arrastraría cualquier coche que intentara pasar. Había que regresar a la zona de acampada y esperar allí hasta que las aguas descendieran de nivel, lo que podía tardar unas horas o unos días.

  Helicoptero de los guardas bajando a ayudarnos, Kakadu
Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

  Vehículos regresando con dificultades a la zona de acampada de Gunlom, Kakadu
Canon EOS 3, 70-200 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

Regresar a Gunlom no fue tan fácil, ya que a cada hora que pasaba la pista quedaba más y más anegada por las aguas. Pero logramos llegar y nos instalamos dispuestos a pasar el día. Por suerte llevábamos suficientes provisiones en el automóvil. El temor era que volviera a llover y la situación se alargara.

Pasamos la tarde leyendo, espantando moscas y echándonos agua encima con una ducha solar para refrescarnos. Esa noche nos fuimos a dormir con la mirada puesta en las nubes que cubrían el cielo. Unas gotas resonaron en el techo del automóvil. ¡Que no llueva más, por favor!

 . . . . .


Un sonido en la oscuridad de la noche. ¿Un motor? ¡Alguien venía por la pista!

Hey guys, let's go!— (Hola chicos, nos vamos!).

Eran los guardas: el río había bajado lo suficiente y había que evacuar de inmediato, ya que había amenaza de más lluvias y entonces era seguro que quedaríamos aislados durante días. Saltamos a los asientos de nuestro Toyota dispuestos a seguir a los guardas, pero el resto de viajeros acampados aún tenían que recoger todo su material.

—Id pasando vosotros que ya estáis listos— nos dijo el guarda. —Nosotros venimos luego con el resto de personas—.

¿Nosotros solos? ¿De noche cerrada, en la selva tropical y cruzando ríos desbordados llenos de cocodrilos?

En la pista íbamos con el corazón en un puño, ya que sólo veíamos los escasos metros que iluminaban los faros del coche. El resto era la negra oscuridad de la selva tropical. Llegamos al primer torrente y nos sorprendimos al ver que realmente su caudal había bajado muchísimo. Lo cruzamos con alivio. El problema era el río South Alligator. El agua había descendido justo al nivel de la pista y chocaba con fuerza contra el puente que parecía que soportaba su embestida. Lo cruzamos y seguimos adelante. Treinta kilómetros conduciendo de noche por la pista embarrada hasta llegar a lugar seguro, en la carretera asfaltada. Proseguimos un poco más hasta que caímos rendidos. Aparcamos y nos echamos a dormir.

Una pareja observa a su 4x4 arrastrado por el río East Alligator cuando intentaban cruzarlo por el puente donde ahora están sentados, Kakadu
Canon EOS 3, 17-35 mm f:2.8L, Fujichrome Sensia 100
© Oriol Alamany

 Cocodrilo de estuario, Kakadu
  Canon EOS-1n, 500 mm f:4.5L, Fujichrome Velvia 5, trípode
© Oriol Alamany

Los rayos del Sol nos despertaron a primera hora de la mañana. La huida nocturna no parecía más que un sueño, desvanecido por la luminosidad del día. Luego nos enteraríamos que la inundación había matado a dos viajeros que el agua había arrastrado. Por segunda vez en ese viaje acabábamos de escapar de las temibles inundaciones tropicales del Outback.

Tras este segundo viaje, y habiendo sumado seis meses de exhaustivo trabajo en Australia, Eulàlia y yo dimos el tema por cerrado. Luego estuvimos meses ordenando las diapositivas obtenidas, clasificándolas y etiquetándolas. Después se sucedieron los reportajes en revistas, conferencias, exposiciones, etc. Australia se había convertido en una parte de nuestras vidas.

 . . . . .

El próximo año van a cumplirse veinte del primero de aquellos viajes y el gusanillo por volver a conducir miles de kilómetros a través del desolado Outback hace tiempo que nos carcome. Habrá que ver si los Dioses son propicios y algún día podemos completar una trilogía australiana.

23/9/11

• Portada en la revista Altaïr NEPAL



Trabajos de restauración de frescos en el monasterio budista Jampa Gonpa, Reino de Mustang
Canon EOS-1D Mark IV a ISO 800, automatismo Tv a -2/3, 1/30 f:6.3,Canon EF 17-40mm f:4L a mano alzada, flash de relleno 550EX.
© Oriol Alamany

En los últimos tiempos Eulàlia y yo hemos dedicado tres viajes y muchos días a realizar un trabajo sobre la Annapurna Conservation Area. La revista de viajes Altaïr número 73 dedicada a Nepal y correspondiente a los meses de octubre y noviembre de 2011 ha seleccionado para su portada una de las fotografías realizadas durante nuestro último viaje a este país del Himalaya, además de otras nueve imágenes nuestras para ilustrar su interior.
          Hacía meses que el equipo de la revista trabajaba en la elaboración de este número y antes de nuestra partida al Área Restringida del Alto Mustang en mayo-junio de 2011 (ver la anterior entrada del Blog), la edición gráfica estaba ya prácticamente decidida. De regreso contacté con ellos de nuevo y aceptaron ver algo del material recién realizado. A pesar de ser ya prácticamente el momento del cierre de la revista, aún incorporaron algunas fotografías más e incluso la portada, lo cual siempre es una satisfacción. No es nada habitual poder publicar tan rápidamente algunas de las obras realizadas en un viaje, pero en esta ocasión los dioses (budistas) así lo quisieron.
          La imagen seleccionada para la portada muestra a un mujer de Mustang que forma parte del equipo de restauración de pinturas murales de la American Himalayan Foundation dirigido por Luigi Fieni, trabajando en el monasterio de Jampa Gonpa en Lo-Manthang. Antes de nuestra partida hacia Mustang tenía muy claro que quería trabajar sobre el tema de las pinturas recientemente descubiertas en alguna de las cuevas que jalonan los acantilados del valle del río Kali Gandaki, y también sobre las restauraciones que se están haciendo en este reino, de las que me proporcionó información el escritor Enric Soler.
Dos mujeres restaurando frescos en el monasterio budista Jampa Gonpa, Reino de Mustang
Esta es la sala donde está realizada la fotografía de la portada de Altaïr.
Canon EOS-1D Mark IV a ISO 800,Canon EF 17-40mm f:4L.
© Oriol Alamany 

Pero lo complicado fue obtener los permisos para fotografiar esos trabajos. Aparte de los que necesitábamos para entrar en la Annapurna Conservation Area y, adicionalmente, en el Área Restringida del Alto Mustang, también tuvimos que tramitar con el monje principal de Lo-Manthang una autorización especial de fotografía para captar imágenes en el interior del monasterio, algo que está terminantemente prohibido. Y tan sólo esta ya costaba la friolera de 100 USD para... ¡una sola hora de trabajo!
          El uno de junio, con la autorización en la mano y tras haber acordado el día anterior con Luigi Fieni la hora adecuada, fuimos hasta el monasterio donde trabajaban los equipos de mujeres locales, adiestradas por Luigi en el arte de la restauración.
          La luz era escasa, tan sólo proveniente del foco que usan ellas para realizar su trabajo (alimentado por un generador y que de vez en cuando se apagaba). Utilicé las posibilidades de la Canon EOS-1D MkIV en la escenas con luz escasa subiendo la sensibilidad ISO a 800, compensé la exposición -2/3 y utilicé el gran angular 17-40 mm f:4L. También le añadí un suave destello del flash Canon 550 EX con una pequeña softbox, para suavizar su luz y un filtro cálido para equilibrar su temperatura de color con la del foco.
          En la hora de margen que se me había concedido (o que más bien había comprado), fotografié a varias de estas mujeres del equipo de restauración, así como parte de las pinturas y otros elementos del interior del misterioso monasterio. Cuando acabó mi tiempo al menos ya tenía algunas de las imágenes que quería para elaborar mi trabajo fotográfico sobre Mustang.

 Caballos pastando en un prado bajo el pueblo de Dhakmar, Reino de Mustang
La fotografía de abertura del artículo dedicado a Mustang
 Canon EOS-1D Mark IV a ISO 200,Canon EF 17-40mm f:4L con filtro polarizador.
© Oriol Alamany

          Otra de las fotografías publicadas en Altaïr (pág. 12-13) está realizada con la cámara Canon PowerShot G10 a primera hora de la mañana en la ciudad de Pokhara. Eulàlia y yo habíamos salido a pasear un poco antes de tomar el autobús hasta Kathmandú y tan sólo llevaba la pequeña compacta en el bolsillo. No es la primera vez que una publicación me reproduce a doble página una fotografía tomada con esta fantástica cámara. Trabajando en formato Raw, a su sensibilidad base (ISO 80) y gracias a su elevada resolución de 14,7 MP, los resultados no tienen demasiado que envidiar a cámaras mucho más grandes. ¡Si no, podéis comprobarlo comprando la revista!
Lago Phewa en Pokhara, Nepal
Otra de las fotografías que aparecen publicadas a doble página en la revista.
Canon Powershot G10 a ISO 80
© Oriol Alamany 

20/9/11

• Mumbuluma - 1: El Baobab sagrado de los Hilas


Eulàlia bajo el Baobab sagrado, Mumbuluma, Zambia
Canon EOS-1Ds MkII a ISO 100, 17-40mm f:4L
© Oriol Alamany

Justo acabábamos de llegar al gigantesco Baobab sagrado de los Hilas, escondido en una espesura casi impenetrable donde nos habíamos cruzado con rastros muy frescos de elefantes. Sergio Segura, el propietario del Mumbuluma Lodge, nos había avisado de lo peligroso que resulta toparse con un grupo de elefantes zambianos en un lugar cerrado. Y donde estábamos era lo más cerrado que cualquier otro sitio que hubiéramos estado en los días que llevábamos trabajando en el área de Mumbuluma, al sur del Parque Nacional Kafue, en Zambia.

(Antes de proseguir conviene aclarar que, al contrario de lo habitual en los safaris en África, esta vez Eulàlia y yo íbamos a pie. Eso si, flanqueados por Harley y Vincent, un par de recios scouts de la tribu Hila armados con sendos fusiles. También conviene explicar la leyenda que nos contaron esa madrugada al partir a pie desde el Lodge: el Baobag sagrado se encuentra en un bosque laberíntico y si quien lo visita no deja una ofrenda jamás regresará y morirá. Incluso los Hilas, que se orientan de manera extraordinaria en estos parajes, recurrieron a un GPS para llevarnos hasta el árbol perdido en medio del bosque.)

Encuentro con unos elefantes en la espesura, Mumbuluma, Zambia
Canon EOS-1Ds MkII a ISO 200, 500mm f:4L IS
© Oriol Alamany

Así pues, con un ojo puesto en la vegetación circundante por si algún paquidermo decidía pisarnos sin darse tan siquiera cuenta, habíamos llegado aquí a paso lento e intentando hacer el menos ruido posible.

Justo iba a montar la cámara fotográfica en el trípode para intentar captar la grandiosidad del Baobab en cuestión, del que Vincent me estaba explicando la leyenda local, cuando un rugido tremendamente cercano nos dejó petrificados. Un León se encontraba a pocos metros de nosotros, escondido en la vegetación. Estaba claro que él jugaba con ventaja: estaba en su hogar, él nos veía y nosotros no. Vincent se me acercó de inmediato.

— ¿Has terminado de hacer fotografías?

Había hecho tan sólo unas primeras tomas, nada especial aún, pero la emergencia de la situación me hizo responder:

— Si, si, ya podemos marchar.

Pero en lugar de alejarse del propietario del rugido, Vincent dijo:

– ¡Pues vamos a buscarlo!

Mi respuesta salió de lo más profundo de mi ser.

– ¡¿Creéis que esto es buena idea?!

Siguiendo las huellas de un León en Mumbuluma, Zambia
Canon EOS-1Ds MkII a ISO 200, 17-40mm f:4L
© Oriol Alamany

Pero Harley ya estaba penetrando en la maraña de vegetación en dirección contraria a la que yo tenía ganas de ir. Y eso que por la cara que ponía Eulàlia, me pareció que ella tenía ganas de ir en la misma dirección que yo.

Vincent se colocó detrás nuestro para protegernos de un hipotético ataque del felino. Desmonté el 500 mm de la cámara, que en un lugar así no me serviría de nada (¿quizás como arma defensiva?) y puse el 70-200 mm, más acorde con la situación. Si aparecía algo sería a bien pocos metros de nosotros.

El scout Harley con su arma en Mumbuluma, Zambia
Canon EOS-1Ds MkII a ISO 200, 70-200mm f:2.8L IS II
© Oriol Alamany

Avanzábamos en fila india por la espesura, procurando hacer el mínimo ruido posible. Pero cuatro humanos son más visibles que un sólo felino. ¡De repente hubo ruido de vegetación y Harley que dio un salto!

— ¡Se nos ha escapado! —dijo con decepción. —El león ha salido delante mío y ha huido.

No me avergüenza reconocer que recibí la noticia con cierto alivio: he visto suficientes leones en mi vida como para no desear estar a pocos metros de uno de ellos en aquella espesura y sin protección alguna. Además habíamos marchado del Baobab sagrado sin haberle dejado ofrenda alguna.


ZAMBIA
El doceavo viaje a nuestro continente preferido, África, estaba resultando de lo más especial. Tras un día de vuelos intercontinentales, unas pocas horas de sueño en Lusaka (la capital de Zambia) y ocho horas de 4x4 para alcanzar el remoto Lodge de Mumbuluma, el comité de bienvenida fue un terremoto de 5,3 grados.
Estábamos deshaciendo el equipaje he instalándonos cuando el suelo empezó a vibrar. En un par de segundos fue toda la cabaña la que empezó a moverse. ¡Vaya comienzo!
Habíamos venido a Mumbuluma para realizar un reportaje sobre este Lodge, su entorno natural y los proyectos de lucha contra el furtivismo y de ayuda al desarrollo que sus propietarios realizan en los pueblos circundantes, en colaboración con la Fundació Natura. En un futuro post os contaré algo de todo ello.

Impala en la espesura, Mumbuluma, Zambia
Canon EOS-1Ds MkII a ISO 200, 500mm f:4L IS
© Oriol Alamany

1/9/11

• Multimedia y entrevista en OBTURA



OBTURA es una organización constituida para difundir trabajos foto-periodísticos de autor en formato multimedia. Está integrado por una mezcla de fotógrafos de prestigio y emergentes en una innovadora plataforma de difusión digital. Obtura empezó su singladura el pasado mes de abril y desde entonces ya ha presentado trabajos de autores como Tino Soriano, Paco Elvira, Andoni Canela, Rafa Perez o Alfons Rodriguez, entre otros.

Hoy, 1 de septiembre, empieza una nueva temporada presentando un reportaje que han elaborado con parte de mi trabajo sobre isla de Pascua o Rapa Nui, fruto de tres viajes a esta lejana isla del Pacífico. Si queréis ver el multimedia realizado por Obtura, podéis hacerlo AQUÍ.

Cada trabajo se acompaña de una extensa entrevista al fotógrafo autor, donde se explica con detalle las razones y circunstancias del trabajo. Mi entrevista sobre el trabajo en Pascua la podéis visionar AQUÍ.

Más adelante también se publicará otra entrevista personal más general sobre mi trabajo como fotógrafo.