16/11/18

SIGMA 135MM F:1.8 DG ART, UNA MANERA DISTINTA DE MIRAR LA NATURALEZA

Elefante de sabana al anochecer, iluminado por la penumbra crepuscular, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 3200, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART a f:1.8, trípode Benro Mach3.
© Oriol Alamany

(Haz clic en las fotos para apreciarlas mejor a mayor tamaño y fondo oscuro)


135 mm, ¡qué focal fija más inusual y poco utilizada hoy en día! Al menos en el mundo de la fotografía de la naturaleza y viajes en el que me muevo yo, donde el que menos lleva un objetivo zoom de 70-200 mm y el que más un 100-400 o un 150-600 mm. Y si hay alguna focal fija suele ser un monumental 500 o 600 mm.

Sin embargo hubo un tiempo en que los 135 mm fueron el teleobjetivo medio más comúnmente usado. En los años 70 el equipo básico de un fotógrafo solía consistir en un gran angular de 35 mm, un objetivo "normal" de 50 mm, y un teleobjetivo de 135 mm. 
Pero entrados los años ochenta la moda cambió y pasó al triunvirato del 28, 50 y 200 mm. 

Hoy en día parece que el más pringado tiene un 16-35, un 24-70 y un 70-200 mm. En la actualidad los 135 mm fijos parece que han desaparecido o bien están relegados a algunos fotógrafos especializados de retrato o de bodas.

Sigma 135 mm f:1.8 DG ART.
© Oriol Alamany


SIGMA Y OTRAS MARCAS INDEPENDIENTES

Cuando empecé a dar cursos de fotografía de la naturaleza en el año 1980, había tres consejos que siempre daba a mis alumnos para que obtuvieran la máxima calidad en sus fotografías. Que conste que eran tres consejos que ahora no tienen ningún sentido y que yo mismo ya no cumplo: No usar objetivos zoom, no usar duplicadores de focal, y jamás comprar un objetivo de las llamadas "marcas independientes" (que en aquel tiempo eran Vivitar, Sigma, Tamron, Tokina y Cosina). 

Siempre que fuera posible recomendaba no comprar ningún objetivo que no fuera de la marca original de la cámara. Tanto por la mediocre calidad óptica de aquellos objetivos alternativos, como por lo endeble de su construcción. Eran tiempos en que sólo los profesionales comprábamos grandes teleobjetivos de buena marca y los aficionados nos miraban con envidia. Resulta sorprendente como hoy en día suele suceder al revés.

Desenfoques suaves en una adelfa (Nerium oleander) en flor, Barcelona, agosto 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 100, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART, a f:1.8.
© Oriol Alamany



NACEN LAS SERIES ART Y SPORT

O sea que en los años 80 Sigma era sinónimo de objetivos baratos, construcción endeble y calidad óptica discutible. De ahí mi antigua recomendación de evitarla en lo posible. Pero con el paso de los años la empresa japonesa fue evolucionando, comercializando algunas ópticas que no estaban nada mal, a las que bautizó como serie EX. 


Pero fue en el año 2012 cuando Sigma hizo una maniobra estratégica que descolocó al mundo fotográfico: presentó un objetivo gran angular de 35 mm de gran luminosidad f:1.4 de una nueva serie denominada ART. El objetivo era grande, pesado y con un precio más elevado de lo habitual para la marca. Pero cuando los medios publicaron las primeras pruebas, desvelaron que no tan sólo se acercaba a la calidad de sus similares de Nikon o Canon, si no que incluso los superaba por un precio algo menor. Aquello fue una revolución: ¿cómo se atrevía Sigma a desafiar a los grandes? No en precio como hasta entonces, si no también en calidad óptica.

A aquel 35 mm le siguieron varias ópticas fijas de la serie ART, de 14 a 135 mm de distancia focal, la mayoría de ellas ultraluminosas f:1.4, así como diversos zooms. En cuanto a los grandes teleobjetivos, Sigma creó otra serie distinta, la SPORT, también de alta calidad y gran robustez. 

ART y SPORT se caracterizan, además de por su elevada calidad óptica, por ser más voluminosos y pesados que los objetivos originales de las grandes marcas. Algún sacrificio debe hacer el fotógrafo que quiere disfrutar de ópticas excelentes a precios relativamente mesurados. La miniaturización no es una de las características de estos objetivos Sigma.



Y LLEGA EL SIGMA 135 MM F1.8 DG HSM | ART


En 2017 Sigma presentó el objetivo de mayor distancia focal de la Serie ART: el Sigma 135 mm f:1.8 DG HSM ART. Una óptica destinada a ofrecer una resolución elevadísima, adecuada para las nuevas cámaras de sensores de en torno a 50 MP, y unos desenfoques (o bokeh, como se le llama ahora) espectaculares. Este teleobjetivo es un pequeño monstruo de 1,14 kilos de peso (1,21 con el parasol) y un precio incluso superior a su equivalente Canon (1.340 € contra 1.093), ¡sacrilegio!

Pero los test empezaron a publicarse y la óptica resultó ser una de las de mayor resolución del mundo, incluso a su máxima abertura f:1.8, superando de nuevo en este aspecto concreto a las marcas oficiales.


León con un kudu recién cazado, iluminado por los primeros rayos de sol, Namibia, agosto 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 400, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART a f:2, beanbag.
© Oriol Alamany


BUSCANDO NUEVAS ESTÉTICAS


Para el verano de 2018 Eulàlia y yo estuvimos preparando un viaje a Namibia. Durante dos semanas guiaríamos un tour fotográfico, y luego nos quedaríamos solos tres semanas más para realizar un trabajo sobre los elefantes de Etosha.

Dándole vueltas a cómo plasmar en imágenes a estos animales, se me ocurrió la idea de experimentar con algún tipo de óptica distinta de mis habituales para obtener una mayor separación entre el sujeto y el fondo. Desde el inicio de la fotografía digital he sido un fan declarado del formato Full Frame, tanto por la peculiar calidad y textura de los archivos resultantes, como por la posibilidad de usar sensibilidades ISO muy elevadas cuando fotografío fauna salvaje. Y también porque a igual encuadre y luminosidad del objetivo usado, con ese formato obtengo unos desenfoques más pronunciados, un punto más que con cámaras de formato APS-C y dos puntos más que con las de sensor Micro 4/3.

Fue por ello que decidí experimentar con un objetivo ultraluminoso. Habría sido ideal el voluminoso Canon EF 200 mm f:2L (2,52 kg), pero con mis EF 500 mm f:4, EF 100-400 mm f:4.5-5.6 y EF 70-200 mm f:2.8 ya iba al límite de teleobjetivos a cargar. Las compañías aéreas y yo no nos llevamos bien en el tema del peso del equipaje de mano, y no era cuestión de provocar más conflictos.

Y aquí surgió la idea de probar el más contenido Sigma 135 mm f:1.8 Art. Tampoco es que sea pequeño ni ligero, pero para obtener un encuadre y bokeh similares a los obtenidos en Full Frame con este teleobjetivo de 135 mm a f:1.8, se requeriría un 85 mm f:1.2 en formato APS-C, o bien un 70 mm f:0.9 (que no existe) en cámaras de Micro 4/3.

Así que gracias a Sigma Photo Spain pude llevarme un objetivo de estos a pasear por tierras africanas.


Sigma 135 mm f:1.8 DG ART.
© Oriol Alamany


IMPRESIONES


Ya de regreso y tras unas semanas de uso ¿cuales son mis sensaciones sobre esta óptica?.

Al coger el 135 mm Sigma ART lo primero que llama la atención es el peso: es un objetivo contundente y pesado. Pero ello contribuye también a la sensación de extrema solidez. Nada que ver con aquellos zoom Sigma de plástico de hace dos décadas. La construcción óptica es de nada menos que 13 elementos en 10 grupos, algo que sería normal en un zoom, pero no lo es tanto en una focal fija. La enorme lente frontal requiere el uso de filtros de 82 mm de diámetro.

Las especificaciones técnicas nos dicen que tiene una construcción resistente al polvo y las salpicaduras. Pero parece que esto se limita al aro de goma para impedir la entrada de polvo u agua por la montura.

El aro de enfoque manual es muy grande, lo que facilita agarrarlo con la mano. Y muy suave, sin juego alguno: enfocar manualmente es un placer. La distancia mínima de enfoque marcada es de 88 cm (en realidad llega a 84), lo que permite realizar fotografía de aproximación hasta la relación 1:5. Más aún si usamos tubos de extensión. Con él pueden realizarse fotografías de flora o de detalles de la naturaleza con unos desenfoques muy atractivos.

Los cursores del AF y del limitador de enfoque son grandes, lo que facilita su uso con guantes.


Elefantes de sabana peleándose al anochecer, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 3200, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART a f:1.8, trípode Benro Mach3.
© Oriol Alamany


Lo que más he echado en falta es un estabilizador óptico de imagen, para usarlo a mano alzada en condiciones de muy poca luminosidad. Este objetivo ha nacido para estas situaciones de luz escasa, y cuando disparas a f:1.8 o 2 es una pena tener que subir la ISO para conseguir una velocidad de obturación más elevada. De todos modos, su contundencia física me ha parecido que contribuye a que las imágenes no salgan movidas incluso a velocidades de obturación algo bajas. Por otra parte cada vez más cámaras actuales incorporan la estabilización en el cuerpo de la cámara (IBIS: In Body Image Stabilization), lo que solventa este problema. Lamentablemente eso no sucede en mis Canon réflex, ni incluso en la nueva mirrorless Canon EOS R.

(P.D. Agosto 2020: Con la aparición de las Canon EOS R5 y R6, con IBIS en el cuerpo, este objetivo adquiere aún más interés para los usuarios de Canon).

El segundo "defecto" para mí es la ausencia de un aro de montura para trípode (desmontable si fuera necesario). Al usar el teleobjetivo en la cámara montada en una rótula de bola, el cabeceo frontal es muy notorio. A veces cuesta componer la fotografía porque a la que aflojas algo la rótula para afinar el encuadre, el peso del conjunto le hace caer hacia adelante. Con un aro de trípode en el centro de gravedad eso no sucedería.

(P:D. Marzo 2021: iShoot ofrece una fantástica montura de trípode especial para este objetivo en concreto. Entre el IBIS de algunas cámaras y esta fantástica montura de trípode, el objetivo se vuelve aún más atractivo.



Elefantes de sabana, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 100, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART a f:1.8, beanbag.
A pesar de estar cerca del animal y usar esta focal relativamente corta, la abertura f:1.8 permite desenfocar el fondo.
© Oriol Alamany


Jirafa en Damaraland, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 100, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART a f:1.8.
La abertura f:1.8 permite separar algo a la jirafa del fondo, a pesar de estar esta un poco lejana.
© Oriol Alamany


Pero estas dos ausencias (ausencia de IBIS y de aro de trípode) no me hacen repensar mi opinión: El 135 ART es una lente magnífica, tanto usada a su máxima abertura, como diafragmando. En Namibia lo utilicé casi siempre a f:1.8 o f:2, tanto para fotografiar con luces crepusculares, como a pleno sol para sacar provecho de su reducida profundidad de campo. El diafragma circular de 9 láminas crea un atractivo desenfoque en las zonas fuera de foco.

La resolución es plenamente aprovechable desde f:1.8, aunque cerrando la abertura a f:2 o f:2.2 mejora un poquito, algo tan sólo apreciable al visionar las fotografías al 100% en un monitor. El resto de aberturas son buenas.

Usar este teleobjetivo a f:1.8 en mi cámara Canon EOS 5D Mk IV Full Frame y disparar a ISO 3200, 6400 o incluso 12800, fue una gozada. Soy un amante de los crepúsculos, de las luces límite, momentos en que la fauna salvaje se encuentra más activa. Estas escenas son muy difíciles de captar, pero la tecnología progresa y ahora nos permite realizar tomas imposibles. Disfruté como un enano fotografiando en estas difíciles condiciones.


Rinocerontes negros vigilando a una hiena moteada, de noche, en una charca tenuemente iluminada, Namibia, agosto 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 6400, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART, 1/25 a f:1.8, trípode Benro Mach3.
Combinando el f:1.8 con una elevada sensibilidad permite obtener fotografías en situaciones de luz muy escasa.
© Oriol Alamany


Elefantes de sabana peleándose en plena noche, en una charca tenuemente iluminada, Namibia, agosto 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 12800, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART, 1/50 a f:1.8, trípode Benro Mach3.
© Oriol Alamany


CONCLUSIÓN

Si yo fuera un fotógrafo de retratos, de bodas o de animales domésticos, es muy probable que este objetivo estuviera ya en mi mochila fotográfica. Y más si trabajara con una cámara dotada de estabilizador IBIS en el sensor.

Pero para un fotógrafo de la naturaleza su utilidad es más esporádica y, dado su peso y precio, habría que plantearse bien la inversión. Sin embargo los resultados son excelentes y permite realizar tomas imposibles de obtener con los clásicos 70-200 mm f:4 o 100-400 mm f:5.6.

En nuestra disciplina fotográfica, la naturaleza, en España o incluso Europa su uso se limitaría a la realización de paisajes de gran calidad (en especial en cámaras FF de alta resolución) y a la fotografía de flora jugando con el bonito bokeh que proporciona su gran abertura, ya que raramente la fauna salvaje se acerca a tan escasa distancia.

Sin embargo, en ciertos destinos del extranjero donde los animales son más confiados, como en África o Sudamérica, el 135 ART permite obtener fotografías únicas, si sacamos partido de su gran luminosidad y reducida profundidad de campo. Incluso la fotografía nocturna de paisajes estrellados, tradicionalmente limitada a los gran angulares, adquiere una nueva perspectiva con el uso de este teleobjetivo.

Y para el fotógrafo de viajes con componentes humanos, el 135 aportará una gran calidad y suaves desenfoques, haciéndolo ideal para retratos de personas y captar detalles.

Los fotógrafos de exteriores ya sabemos que todo se reduce al peso que estamos dispuestos a cargar a nuestra espalda, y a decidir si vale la pena gastarse el dinero en una óptica cuyo uso no va a ser frecuente. Si estas dos limitaciones no existieran, estoy seguro que le daría un buen uso a este Sigma 135 mm f:1.8 ART dadas sus tan peculiares características.


Árboles en el lecho del río Aba-Huab, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 100, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART, 1/8. a f:16, trípode Benro Mach3.
No es habitual que un teleobjetivo proporcione una estrella tan perfecta con el sol.
© Oriol Alamany


Hojas de Mopane (Colophospermum mopane) en Damaraland, Namibia, septiembre 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 200, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART,  a f:1.8, trípode Benro Mach3.
Desenfoques a máxima abertura.
© Oriol Alamany


Noche estrellada en Spitzkoppe, Namibia, agosto 2018.
Canon EOS 5D IV a ISO 800, Sigma 135 mm f:1.8 DG ART, 4 seg. a f:2, trípode Benro Mach3.
La fotografía nocturna suele limitarse al uso de gran angulares luminosos. Ahora es posible usar también este teleobjetivo.
© Oriol Alamany


VENTAJAS E INCONVENIENTES


+ Calidad óptica impecable.

+ Gran luminosidad f:1.8, inhabitual en esta focal.

+ Excelentes desenfoques debido a la gran abertura y sus 9 palas de diafragma.

+ Calidad de construcción.

+ Distancia mínima de enfoque (84 cm).

+ Aro de enfoque manual excelente.

+ Buen parasol.


- Objetivo grande y pesado (1,2 kg).

- Ausencia de estabilizador óptico de imagen (Solventable si se usa una mirrorless con IBIS).

- Ausencia de montura para trípode (Solventable con la montura de iShoot).

- Requiere grandes filtros de 82 mm.

- Poco aumento para fotografía de fauna salvaje.

- Precio algo elevado (1.299 €, a marzo 2021).


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(Haz clic en las fotos para apreciarlas mejor a mayor tamaño y fondo oscuro)

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2 comentarios:

  1. Un article molt interessant Oriol, es veritat que els temps han canviat força!
    salutacions.

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    1. Las ópticas hiperluminosas y los ISO altos son tan sólo dos de las mejoras de que disfrutamos hoy en día los fotógrafos, posibilitando fotografías difí ilmente realizables hasta hace unos años.

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