6/7/15

• El mundo a través del visor


Turistas fotografiando en el puerto de Sidney, Australia, 2012
© Oriol Alamany

(Este artículo fué publicado originalmente en la revista ALTAÏR num. 30, de Enero de 1997. Lo recupero ahora con motivo del inicio del periodo de vacaciones estivales).


Todos nos hemos topado en algún viaje con uno de estos grupos de turistas que aparecen de repente armados de todo tipo de cámaras fotográficas o de vídeo, lo inmortalizan todo de la forma más irreverente en poco menos de dos minutos y desaparecen dejando un eco de griterío y motorcillos electrónicos (* ver nota a pie de página). Por eso, a los aficionados a la fotografía se nos acusa con frecuencia de ver el mundo a través del visor de nuestra cámara. Parece como si hacer fotografías nos impidiera disfrutar de los viajes en toda su plenitud, al igual que hacen el resto de mortales. Creo que la diferencia radica entre quienes "hacen" y quienes "toman" fotografías. Es decir, "crear" nuevas imágenes con los motivos que nos ofrece el mundo, en contraposición a "tomar" imágenes en las que el autor no aporta nada nuevo. Un buen fotógrafo suele ser una persona extremadamente atenta al mundo que le rodea, de tal modo que no tan solo no se priva de nada en comparación a otro viajero, sino que incluso puede ser que "vea" bastante más.

A veces a la gente le sorprende la capacidad de un fotógrafo para descubrir una atractiva composición de formas, texturas o colores en un entorno aparentemente anodino o en un paraje mil veces fotografiado. Personalmente, el hecho de colgarme la cámara al cuello y poner en marcha mis "sentidos fotográficos", me ayuda a apreciar en toda su belleza un rayo de sol dorado brillando en unas hierbas húmedas, la complejidad de texturas y matices en una pared de adobe del norte de África, la variedad de colores de la arena en los desiertos que he visitado (¡ninguno tan intenso como el del Red Center australiano!), la penumbra sutilmente azulada del interior de un bosque pirenaico, la fosforescencia rojiza que ilumina las montañas después de ponerse el sol... Son matices que una mirada superficial no puede captar en toda su importancia. El hecho de escudriñar un paraje en busca de una fotografía interesante fuerza a la mente a fijarse en este tipo de sutilezas y, poco a poco, se aprende a ver más y mejor.


Mirar con ojos de fotógrafo nos permite encontrar la belleza en las escenas cotidianas, Bharatpur, India, 2011
© Oriol Alamany


En oposición a la idea de persona apresurada y que no penetra en el viaje, hacer fotografías es una excusa perfecta para viajar con más calma. Una vez visto un lugar, tendremos motivos para permanecer en él, esperando a que el movimiento del sol dé color y relieve a unas ruinas que se quiere fotografiar. Si encontramos un animal interesante, quizás nos quedemos unas horas intentando captar detalles de su comportamiento que el viajero normal no tendrá la oportunidad de observar. Si vemos a un personaje sugestivo, nos forzaremos a entablar conversación con la intención de, después, pedirle permiso para hacerle un retrato...

Es cierto que tomar fotografías puede llegar a convertirse en una obsesión descontrolada por llevarse a casa un poco de todo lo que vemos. Hay que evitar caer en el ametrallamiento sistemático de todo lo que se ve. La clave está en preguntarse: ¿valdrá realmente la pena la nueva fotografía que voy a crear? Es importante saber dosificarse y prever cuando el motivo va a proporcionar una buena imagen, o cuando más vale olvidarse de la cámara.

Además de ser un arte, la fotografía tiene un interés crucial para el recuerdo. Las imágenes nos permiten recordar luces, formas, colores, amistades y, sorprendentemente, lo menos gráfico de todo: olores o sensaciones. ¡Cuantas veces, recorriendo mi archivo en busca de una fotografía, me he detenido en ciertas imágenes y han acudido a mi mente aromas o situaciones vividas! Para mí, la cámara es el bloc de notas, un diario personal en imágenes. Al igual que otros viajeros sienten la necesidad de plasmar sus impresiones en forma de signos de tinta sobre un papel, los fotógrafos registramos la luz de nuestras impresiones en el haluro de plata de la película (*). Y allí queda escrito para toda nuestra vida, fielmente registrado. Al igual que los escritores, los fotógrafos también tenemos nuestras manías. Ernest Hemingway o Bruce Chatwin solo escribían en libretas de la marca Moleskin. Los fotógrafos acabamos cogiéndole cariño a nuestra fiel Canon o Nikon, que nos ha acompañado en tantas y tantas peripecias.



Hindú fotografiando a los amigos en el Taj Mahal, Agra, India, 2001
© Oriol Alamany


A veces, cuando acabada la jornada rememoro los acontecimientos del día ante una reconfortante cena, observo como otros viajeros escriben ensimismados en sus libretas. ¡La obsesión por "llevarse" algo a casa es universal! Cada cual expresa sus emociones del modo que más le apetece: escribiendo, dibujando, componiendo música, comprando recuerdos, haciendo fotografías...

La fotografía no es el fin último. Viajamos porqué nos gusta viajar. Deseamos conocer parajes nuevos, aprender de otras culturas, vivir nuevas experiencias, enamorarnos cada vez más de este maravilloso planeta. Si la fotografía nos sirve de excusa para disfrutar más intensamente de todas estas experiencias, bienvenida sea.



© 1997, Oriol Alamany, Prohibida la reproducción
(Este artículo fué publicado originalmente en la revista ALTAÏR num. 30, de Enero de 1997)


(* Cuando escribí este artículo, hace 18 años, todas las cámaras iban con película fotográfica, y la mayoría de ellas adelantaban cada fotograma mediante un ruidoso motor de avance).

3 comentarios:

  1. Molt bon article Oriol,

    Aquestes properes vacances les hem intentat programar d’aquesta manera que tu molt be expliques en el article, veurem molt menys però ens empaperem be el que veurem.

    A veure que sortirà fotogràficament.

    Ens veiem.

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  2. És al·lucinant la capacitat de "veure" que tenies fa 18 anys, jo faria meves la majoria de frases, sobretot el darrer paràgraf, molta gent que viatja encara no ho ha entès això i la "no captura" de la fotografia somniada els impedeix gaudir del viatge en si.
    Per altra banda no sé si és una virtut o un problema veure el mon en format "visor", inclús quan no portem càmera... ;-)

    Salut!

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  3. Just el dia que publicaves aquesta entrada, iniciava una setmana de vacances per la Dordonya. Vaig emportar-me la meva Canon, reflex d'aficionat, que ja fa la seva feina i la samsung galaxy camera, que també té les seves funcions, quan no puc parar tanta estona per fer una foto amb la reflex i aconseguir uns resultats òptims i també vaig prendre amb mi, la compacta més petita i que no és tan "fantàstica i meravellosa" com les altres dues i que vaig comprar per que era petita, pesava poc i la podia portar a la butxaca de l'anorac anant a esquiar i fer fotos en qualsevol moment, la portava per un dels nens, que encara no té la seva pròpia càmera. Si bé, hi ha algunes fotos que no hi ha per on mirar-les, és impressionant el punt de vista d'un nen de 11 anys i com en dos anys, ha estat capaç de saber discriminar, de 1000 fotos fa dos anys, enguany n'ha fet 269 i algunes, que són genials, per l'originalitat i frescura de la composició. I el que és més important, han començat els dos nens, ha tenir suficient paciència per fer la foto que volien fer, esperant a que un senyor sortís o a que alguna cosa passés. Ara, no em deixen a mi fer fotos! I comencen a voler tocar la meva càmera, però això ni parlar-ne de moment!

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